El robo de unos cuadros de Murillo en el Hospital de la Caridad de Sevilla es el detonante para que el comandante Pascal Thyessies decida desertar del ejército de Napoleón. Ya en Cádiz, durante el asedio de la ciudad, el militar francés deberá buscar cómo hacerlo. No será nada fácil.
En la ciudad, mientras tanto, la vida continúa; ingleses y españoles, en una forzada alianza, pelean contra los franceses, a la vez que los ciudadanos de Cádiz siguen disfrutando de una existencia relativamente cómoda, al dominar el mar y no permitir que el cerco francés sea efectivo ni completo.
De una u otra forma, los cuadros van teniendo una incidencia -directa o colateral- cada vez más significativa en las vidas de un valeroso capitán de fragata español, una bellísima bailaora flamenca, un acaudalado banquero gaditano, un diputado de las Cortes de Cádiz por Madrid y un comisario de policía. Junto a ellos, un mutilado y tullido herido de guerra, algunos oficiales y espías británicos, junto con afrancesados, gacetilleros y escopeteros de las salinas, también se verán relacionados de una u otra forma por dichas pinturas.
Y así, los cuadros de Murillo se irán convirtiendo en el deseado pasaporte para que, unos y otros, puedan vislumbrar una segunda oportunidad, lejos, a más de mil leguas de Cádiz.
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